ALICE COOPER - PALACIO VISTALEGRE (MADRID 7/9/2019)
Qué mejor manera de estrenar la nueva temporada en Metalzone que con un show del gran villano Alice Cooper, que como todo el mundo sabe, en directo resulta ser todo un placer para los sentidos. Aunque más placentero aún nos resulta contar con la visión del evento de uno de los mejores compositores del país como es Joaquín Padilla (Legado de Una Tragedia), quien asistió al concierto del americano, y lo analiza de primera mano para nuestro medio, poniendo de manifiesto toda su profesionalidad, objetividad y experiencia musical. Un texto de primera, de uno de los mejores músicos que normalmente aparecen en esta web, aunque en esta ocasión, de un modo diferente al que estáis acostumbrados.
Os dejamos la sensacional crónica que Joaquín ha preparado para nuestros lectores. ¡Que la disfrutéis!
Black Stone Cherry tenían muy claro la oportunidad que supone para una banda de sus características girar abriendo para una leyenda como es Alice Cooper y no la desaprovecharon. Con puntualidad inglesa, Chris Robertson y sus chicos salieron a poner bocabajo el Palacio de Vistalegre y vaya si lo consiguieron. Se habían leído el manual de lo que debe ser un telonero y lo aplicaron a la perfección. Un escenario colorista gracias a las telas hippies que tapaban los amplificadores, sirvió para que los chicos de Kentucky dieran un recital de cómo hacer hard rock, con una actitud impoluta que demostraba el hambre que tiene esta banda y una puesta en escena solvente y muy enérgica, basados en el buen hacer de John Fred Young tras los timbales, el carisma del guitarrista Ben Wells, que no paró de moverse de un lado a otro durante todo el show y de interactuar con el público constantemente y el bueno de Chris, que merece mención aparte, estuvo impecable con su guitarra llevando el peso de los solos y en una forma vocal espectacular. Aparte de los miembros habituales estuvieron acompañados por dos músicos de apoyo, un teclista que desgraciadamente no se le oyó durante prácticamente todo el concierto, a excepción de un pequeño solo de hammond de aceptable factura y un percusionista eventual que aportaba el carácter setentero de algunos de los temas.
Fueron desgranando canciones de su maravillosa discografía como "Me and Mary Jane", "White Trash Millionaire" o "Family Tree", y aunque el sonido no fue demasiado bueno, algo que sucedería durante toda la noche, pusieron al público a punto de caramelo para lo que quedaba por venir. Nos quedamos con ganas de más.
Después llegó el plato fuerte. Alice Cooper venía con su alineación de gala para regalarnos un concierto profesional y sobrio. Con un bello escenario que simulaba un antiguo castillo con diferentes alturas, donde se podían apreciar ataúdes, esqueletos, candelabros, monstruos, en definitiva toda la parafernalia que suele acompañar al maestro, y un montaje de luces tan sencillo como efectivo, la noche prometía. Arrancaron con "Feed my Frankenstein" y desde el minuto uno las cartas estaban sobre la mesa. Cuando un tipo lleva cuarenta años en los escenarios, tiene una discografía tan extensa y fructífera como la de Mr. Cooper, con un racimo de éxitos como pocos, sólo se le puede pedir actitud. Podría haber salido al escenario a cumplir, al público ya nos tenía ganado de antemano, pero Alice es ante todo un profesional, entiende el negocio como nadie, sabe lo que vende, lo que sus fans quieren ver y no defraudó. No es un tipo comunicativo, ni hace alardes vocales (nunca los ha hecho), pero vende el repertorio como nadie.
A eso hay que añadir que Alice cuida hasta el último detalle del espectáculo. Todo está estudiado al milímetro. Quiere meter a su público dentro de su carrusel de pesadilla, en un teatro de los horrores y una vez dentro nada puede enturbiar el show. En los detalles está la diferencia. Algunos ejemplos. El repertorio de casacas, chalecos, chisteras, bastones que utiliza para cada canción es incontable. Sin olvidar su afán por llevar siempre algún objeto en la mano mientras canta, por las que pasan dagas, muletas, floretes, cayados... y que andan repartidos en lugares estrategicos por todo el escenario que Alice va recogiendo según el set avanza para que cada pieza tenga identidad propia. Pero afinando el tiro, me pareció destacable en este sentido que hasta el staff técnico forma parte del entertainment. A diferencia de otros espectaculos, cada vez que un técnico pisaba el escenario, por ejemplo para retirar el telón que cayó al empezar el show, iba disfrazado de diferentes maneras. Como si de una pieza más del atrezzo se tratara les pudimos ver con atuendos de antidisturbios, corazas medievales o máscaras al más puro estilo Anibal Lecter. El escenario es un lugar sagrado y los americanos son únicos para estas cosas.
Y por si esto no fuera suficiente, lleva detras una banda muy poderosa, con quien comparte protagonismo (algo que le honra y dice mucho de él y su visión del espetácullo). El bajista Chuck Garric es un animal sobre las tablas. Ya lo era en su época con Dio, de vieja escuela, sin malabarismos, sólido, pesado, siempre en su lugar. Es el complemento perfecto para Glen Sobbel, un batería que se ha convertido en los últimos años en uno de los músicos de sesión más reclamados por los grandes del género (no en vano ha tocado con Sixx:A.M., Steven Tyler o Hollywood Vampires), y que esta noche ha dado un recital de buen hacer, precisión y peso. Y en las guitarras, tres monstruos, muy diferentes entre sí en cuanto a estilo, pero con talento por igual. Por un lado Ryan Roxie, que lleva ya 10 años acompañando a Alice Cooper, es un guitarrista vintage con un tono increíble, una imagen intachable, que no deja de sorprenderme con el paso del tiempo. Para mí esta noche fue el vencedor del duelo. Tommy Henriksen es blues en sí mismo y hace que los temas clásicos tengan ese aroma añejo marca de la casa. Estuvo en su línea, correcto, que no es poco La faceta más actual queda en manos de Nita Strauss, quien según ella misma contó en el clinic que ofreció en Madrid el día anterior, toma la herencia de Kane Roberts, y ofrece el carácter más agresivo de la banda. Su puesta en escena da frescura al show, incansable, precisa... su calidad como guitarrista es innegable, aunque esta noche me pareció que estuvo más comedida que en anteriores ocasiones. En cualquier caso es uno de los pilares del espectáculo y Alice lo sabe, por eso la deja para el final en las presentaciones sabedor de la ovación que siempre recibe.
Con esta banda, la primera parte del repertorio fue un paseo militar. Fueron cayendo clásicos como "No more Mr. Nice Guy", "Bed of nails", "Raped and Freezin'", "I'm Eighteen" o "Billion Dollar babies". La maquinaria estaba perfectamente engrasada, no en vano el repertorio era exactamente el mismo que habían hecho en el tour americano, y aunque se notaban ciertos automatismos, todo marchaba sobre ruedas hasta que llegó el éxtasis con "Poison", sin duda el momento álgido de la noche, con un púbico entregado que se dejó la garganta coreando el estribillo.
A partir de ahí las llamas se quedaron en brasas. Solo de guitarra de Nita Strauss que se pertrechó con capucha y velo para ofrecer un discreto solo de carreras a lo largo del mástil, que remontó con "Roses on White Lace" (y la dramatización correspondiente), pero que volvió a decaer con "Devil's food" cantada por la banda (sin Alice en el escenario), y posterior jam, solo de batería...Nadie puede poner un pero a la ejecución de los músicos... pero el pulso del show se pierde. Nunca fui amante de los "solos" en los conciertos, sobre todo cuando se quedan fuera del repertorio tantos y tantos buenos temas aunque hay que considerar que Alice Cooper es un caballero de 71 años y supongo que utilizará esos parones para retomar fuerzas. Pero desde luego rompe el ritmo del espectáculo haciendo que la segunda parte del show fuera menos intensa que la primera.
"Teenage Frankenstein" sirvió de cierre antes de los bises, que recuperaron la explosión inicial con una brillante interpretación de "Under my wheels" dejando para el cierre (como no podría ser de otra manera) el clásico "School's Out", con presentación de la banda, burbujas de jabón en el escenario, globos rellenos de serpentina lanzados al público y guiño a Pink Floyd incorporando un fragmento de "Another Brick in the Wall".
Buen concierto en definitiva, discreto de duración (apenas hora y media) al que faltaron algunos clásicos, con una precisión en escena digna de un artista de su talla y una impresionante banda que hace que Alice Cooper siga en el Olimpo de los grandes del hard rock.
Feed My Frankenstein
No More Mr. Nice Guy
Bed of Nails
Raped and Freezin'
Fallen in Love
Muscle of Love
I'm Eighteen
Billion Dollar Babies
Poison
Guitar Solo (Nita Strauss)
Roses on White Lace
My Stars
Devil's Food
Black Widow Jam (con solo de batería)
Steven
Dead Babies
I Love the Dead
Escape
Teenage Frankenstein
Bises:
Under My Wheels
School's Out
Texto y fotos: Joaquín Padilla
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