La semana pasada, concretamente el Lunes, tuvimos la enorme satisfacción de poder ver a una de las leyendas más queridas en el mundo del hard rock AOR...una de las citas más esperadas por los oídos más exquisitos y exigentes. Se trata de Magnum. Una banda que no frecuenta España, pero que a los que llevamos siguiendo el género más de 20 años, adoramos. De esas formaciones que probablemente en edad adolescente no llama demasiado la atención, pero que cuando te enganchan, lo hacen para toda la vida. Y es que los de Catley y Clarkin poseen una de las discografías con menos grietas de la historia del rock, sin ningún pinchazo reseñable y con una confianza ganada que hizo que los más acérrimos se acercasen a la Sala But de la Capital con los ojos cerrados y con la fecha bien marcada en el calendario. Lástima que al ser un Lunes la entrada no consiguiese el sold out, con algo más de medio aforo de la sala repleto de sonrisas, porque el momento de poder ver a los ingleses en Madrid había llegado. Además, sin presentaciones, teloneros, ni previos. Ellos...a palo seco.



Con una batería adornada elegantemente con motivos de los Magnum actuales, y la pantalla de la sala mostrando uno de los logotipos de la banda que se iría alternando por todos aquellos que han tenido a lo largo de los años, Catley al frente y Clarkin guardando el lateral derecho con su hacha, se presentaron los músicos tras la hipnótica intro de "When We Where Younger", canción ya clásica que abría el enorme Princess Alice and the Broken Arrow. A pesar de los comentarios que esbozaba la gente respecto al estado físico de un Catley muy mayor (70 años), el sonido resultaba cálido, la guitarra de Clarkin elegante y definida, y el resto de la banda sonando muy profesional, en especial un Lee Morris preciso y con una pegada acorde a la propuesta, de gran calidad. El momento estaba aquí, y salvo excepciones, aquellos que conocemos la discografía de Magnum, supimos valorar el pistoletazo inicial, en el que escuchamos una voz muy bien conservada a pesar de los años, que sin casi mover la boca, Bob fue capaz de usar inteligentemente. Ya con "Sacred Blood, Divine Lies", el ambiente terminó de caldearse, pues el riff del tema es mucho más movido, y la penúltima obra de los ingleses tuvo su representación con una de sus mejores bazas. Impresionante el estribillo del mismo, con Catley realizando movimientos tímidamente pero emanando buen rollo, y un Tony, como siempre, concentrado en que cada nota cayese donde debe.



Empezaron dando cancha a sus nuevos lanzamientos, y no me extraña en absoluto, pues viven una segunda juventud y sus últimos 6 o 7 discos son a cual mejor...y llegó el momento de una pieza clave en su último año de vida. "Lost On the Road to Eternity" sonó clásica, siendo un tema de 2018, y todos parecían conocerla. Las partes vocales de Tobias Sammet de la grabación original, fueron interpretadas con gran acierto por Catley, quien parece disfrutar de su enorme estribillo, y los protagonistas en esta ocasión fueron los teclados de un Rick Benton inconmensurable, dando paso a otro tema de su penúltimo disco. "Crazy All Mothers" fue un tema muy celebrado en su salida, pero en lo personal lo hubiese sustituido por otro con más punch como por ejemplo, "Brand New Morning, o alguna representación de Escape From the Shadow Garden o On the 13th Day, los cuales no tuvieron demasiada cabida en el show, que ya gozaba de buen ambiente, unas luces comedidas pero resultonas, y un sonido que seguía siendo de notable alto. Para seguir ese buen rollo, que mejor que continuar presentando su nueva obra con un "Without Love" con unas muy buenas líneas de bajo por parte de Al Barrow, quien se mantuvo muy activo durante toda la actuación, poniendo un punto de sangre más jóven al show, que ayudó a que fuese más dinámico.



Seguimos con los últimos años con la preciosa "Your Dreams Won's Die", que bajó la intensidad del show, pero que fue sumamente necesaria para dar un respiro a un Catley que por momentos se cansaba, pero sin bajar su ritmo y standard de calidad, mostrándose profesional como pocos. El pistoletazo de su última obra, "Peaches and Creams", más descafeinado que en estudio pero creando un buen clímax, dio lugar a la inevitable y siempre intensa "How Far Jerusalem" del codiciado y amado On a Storyteller's Night. Impresionante lo imponente del estribillo, coreado por todos, hasta que un largo descanso dejó que Bob respirase unos minutos fuera de escena. Durante ese descanso, el interludio a modo "jam" sirvió para que el vocalista saliese inyectado de nuevas energías, mostrándose más animado y móvil que en algunos momentos anteriores. "Les Morts Dansant" del mismo trabajo, supuso una buena vista atrás, para regresar al presente con un animado y entretenido "Show Me Your Hands", con toda la sala levantando sus manos a la par que Catley incitaba a su movimiento y agitación, y el clásico "All England's Eyes", muy intensa para los más conocedores de la discografía de la superbanda. Y tras el pequeño homenaje a uno de los mejores álbumes hard-aor de la historia, llegó el turno de la codiciada pieza, siempre delicada, "Vigilante", del álbum homónimo, para despedirse antes de los bises con el último corte del aclamado Wings Of Heaven, "Don't Wake the Lion", creando una de las mayores expectaciones de la noche, sin lugar a dudas, con uno de sus cortes emblema de su época ochentera.





Para el final dejaron "The Spirit", única referencia a su época más "progresiva", concretamente al magnífico álbum Chase The Dragon, y para despedirse se marcaron un "When the World Comes Down" que dejó al personal con la idea de haber presenciado una lección de elegancia como pocas se ven al cabo del año en la capital, faltando, como es normal con su trayectoria, temas que a unos les hubiese gustado escuchar, y que a otros quizás les hubiesen resultado indiferentes. Y a pesar de ello, creo que crearon un set equilibrado, con composiciones bien elegidas, y perfectamente ejecutadas. Siempre con el carisma de Bob Catley, que a pesar de estar un tanto más apagado que años atrás, sigue siendo un gentleman de los pies a la cabeza, derrochando voz y esforzándose por ofrecer el mejor concierto posible.



Salimos de la sala contentos de haber visto a tal magna banda, y que además, pudiésemos presenciar una buena forma a la que muchos quisiesen llegar con la edad de la misma. Y no seré el único que piense lo mismo, y mucho menos, que se los vaya a perder en la próxima venida a nuestro país. Una de las mejores bandas inglesas, a pocos metros de nosotros, con enormes canciones inmortales, ganas de agradar, y lo más importante, defendiendo lo que es suyo ante un público cada día más exigente y menos tolerante con factores adversos y de fueza mayor, como puede ser la edad de un Catley que a día de de hoy tiene mejores maneras que muchos de los que hoy se llaman rockstars.


Bravo, Magnum.


Crónica y fotografías: José Rojo

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